sexta-feira, 13 de maio de 2016

A INFILTRAÇÃO DO MODERNISMO NA IGREJA

 – PARTE 2

2À deriva com o Concílio
A mesma coisa para o Concílio. «Tenho a intenção de fazer um Concílio». Já o Papa Pio XII tinha sido solicitado por certos cardeais para reunir um Concílio. Mas ele recusou, estimando que isso seria impossível. Não se pode, dizia ele, na nossa época, fazer um Concílio com 2.500 bispos. As pressões que se pode sofrer do fato dos meios de comunicação social são muito perigosas para que se possa reunir um Concílio. Corre-se o risco de perder o controle. E ele não fez o Concílio.
Mas o Papa João XXIII disse: não se pode ser pessimista; é preciso ver as coisas com confiança. Vamos nos reunir durante três meses, com todos os bispos do mundo inteiro. Começamos em 13 de outubro e entre 8 de dezembro e 25 de janeiro, tudo terminado, todo mundo vai embora e volta para suas casas e acaba-se o Concílio.
E o papa lançou o Concílio! Era preciso prepará-lo. Não se faz um Concílio como um sínodo. Foi preciso prepará-lo dois anos antes. Fui nomeado pessoalmente membro da Comissão Central Preparatória, sendo arcebispo de Dakar e presidente da Conferência Episcopal do Oeste Africano. Eu vim, então, a Roma, durante dois anos, ao menos umas dez vezes, para participar das reuniões dessa Comissão Central Preparatória que era, de fato, muito importante porque para ela todos os documentos das comissões secundárias eram enviados, para serem estudados e submetidos ao Concílio. Havia nessa comissão setenta cardeais e uns vinte arcebispos e bispos, além dos peritos. Mas estes não eram membros da comissão. Estavam lá somente para serem eventualmente consultados pelos membros.Continuar lendo 

terça-feira, 26 de abril de 2016

P. Manuel María de Jesús... ¡EL DIQUE CONTRA EL MODERNISMO!


El Modernismo ha entrado a saco en el recinto sacro de Dios.
Lo sabemos todos, tanto los modernistas como los católicos verdaderos.
Es una realidad muy dolorosa, que a muchos les cuesta aceptar y reconocer.
Sabemos, como dice San Pablo, que hay hermanos débiles en la fe. No porque su fe sea menor, sino porque se escandalizan más fácilmente de los escándalos que se producen en el recinto sacro de la Iglesia.
Estos hermanos, sencillos y pequeños, creen que es invención de la prensa que un Papa pueda decir que "Dios no es católico", que "todos los seres humanos somos hijos de Dios", que para ser una familia católica no hace falta parir "como conejas". ¿Cómo el Papa va a decir esas cosas? ¡Es imposible! Tiene que ser invención de la prensa y de los medios de comunicación.
Pero eso no es sólo cuestión del momento presente.
¿Cómo un Papa va a decir mentiras y afirmar que la Santa Misa Tradicional nunca ha estado prohibida por la Iglesia? En todo caso será que los curas, que son unos sinvergënzas y unos mundanos, desde hace cincuenta años decidieron por sí mismos celebrar la mal llamada Misa Nueva, pero por su propia voluntad.
Y estos mismo hermanos débiles en la fe, movidos no por la fe sobrenatural, sino por un sentimentalismo religioso, adoctrinados por las imágenes de la televisión y por los nefastos ejemplos de los últimos Papas, se han creído en la obligación de "ponerse al día" y aceptar a los judíos talmúdicos como "hermanos mayores en la fe", a los adoradores del ídolo Alá como hermanos adoradores del único Dios Creador, y al hereje Lutero como "maestro común de evangélicos y de católicos!
Estas lindezas las vienen escuchando y tragando la inmensa mayoría de católicos, como quien escucha una ópera de Verdi o como quien se bebe un refrescante zumo de naranja.
Pero lo más grave no es que la mentira haya sido tragada y digerida por los católicos "débiles en la fe".Lo escandaloso es que el Sacro Colegio Cardenalicio, el Cuerpo episcopal en pleno y la mayoría absoluta del clero, además de tragarse los camellos de semejante impostura han hecho cuanto han podido para que los "pequeños" se tragasen también y sin recelos las píldoras venenosas de la herejía, del error y de la impiedad.
La película que a todos nos espera en el juicio final va a resultar sobremanera entretenida e interesante.
Es más fácil y más cómodo unirse a la turba que vocifera, ¡crucifícale, crucíficale! Es más fácil lavarse las manos como el hipócrita Pilatos para no poner en peligro el sillón sobre el que posar las propias posaderas.
Es más fácil dejarse guiar como borregos por la "autoridad legítima", sin pararse a reflexionar sobre los dictados y la autoridad de Aquél, gracias al cual reinan y gobiernan los Señores y las autoridades religiosas y civiles de la tierra.
La obediencia de Nuestro Señor Jesucristo es una iluminación sobrenatural de la inteligencia y de la voluntad, un impulso divino que nos hace verdaderamente libres para aceptar gustosamente, aunque muchas veces con dolor y sufrimiento,  la voluntad salvadora del Padre.
La obediencia de los modernistas es falsa, es un timo, una estratajema para hacernos esclavos de sus  trejemanejes humanos, de sus alianzas, de sus políticas y de sus cálculos mezquinos.
La obediencia de los modernistas es una revolución descarada "con capa y tiara"; una revolución liberal, naturalista y al fin atea.
Por la vía de la falsa obediencia se ha desmantelado la Iglesia, se la ha reducido a ruinas, se la ha esclavizado con gruesas cadenas manejadas por el Poder oculto- quien quiera entender que entienda-.
Por la vía de la falsa obediencia se viene ejercitando una tiranía inaudita sobre todos aquellos que quieren permanecer y morir católicos. ¡Es la esclavitud del Príncipe de este mundo! 
Por la vía de la falsa obediencia se ejerce una tiranía despótica sobre las almas de los creyentes obligándolos a infectarse de doctrinas falaces y al ejercicio de unas prácticas religiosas que harían revolverse en sus tumbas a sus padres y antepasados en la fe.
¡El Modernismo es un cáncer, una lepra, una infección mortal que está matando al Cuerpo Místico de Cristo en la tierra!
¡"Médico, cúrate a tí mismo"! Los primeros que se han de curar de esta pestilencia son los Pastores: Papas, Cardenales, Obispos, Sacerdotes, Diáconos y Religiosos.
Es a partir de ellos como esta peste se extiende como un reguero de pólvora hasta infectar a los fieles, e incluso a los infieles que miran y escuchan a la Iglesia.
La pestilencia del Modernismo se mueve apuradamente, como una catarata, de arriba hacia abajo, infectándolo todo,devastándolo todo: seminarios, noviciados, universidades, escuelas, parroquias, familias.
¿Queda algo que no haya sido arrasado en estos últimos cincuenta años?
El Modernismo es el arma letal que Satanás viene empleando para atacar a Cristo y a los cristianos de nuestro tiempo.Pero él, que es "Padre de la mentira" y "homicida" sabe bien cómo engañar y cómo matar a las almas.
Satanás engaña haciendo que desviemos la mirada. Satanás engaña haciendo que los guardianes de la Iglesia se equivoquen en el diagnóstico de las enfermedades espirituales que se están cebando sobre la catolicidad.
Un diagnóstico falso y equívoco conduce a la muerte del enfermo.
Los vigilantes de la Iglesia no diagnostican de la enfermedad del Modernismo, porque ellos mismo están infectados y desconocen su enfermedad. ¿Cómo van a diagnosticar certeramente y a curar a sus pacientes?
Satanás, además de saber engañar, también es experto en matar. Detrás del engaño del diagnóstico viene la muerte, porque se pretende sanar a las almas de la pestilencia del Modernismo con remedios modernistas. Lejos de sanar y curar, la enfermedad se va extendiendo como una plaga cuyo trágico final es la muerte espiritual de las almas.
¿Es posible frenar y poner barreras a esta peste que arrasa a la Iglesia?
¡Claro que es posible!
¡Hay que volverse hacia Dios!
¡Hay que volverse hacia el Médico Divino!
¡Hay que clamar desde lo profundo del alma y con fe: "¡Señor, si quieres puedes sanarme"!
Y el Señor, claro que quiere sanarnos´Él está siempre dispuesto a curarnos, a sanarnos, a fortalecernos, a librarnos de las garras mortales del Maligno enemigo.
¿Dónde ha vencido el Redentor a Satanás? ¡En el Calvario! ¡En el árbol de la Cruz!
La medicina contra la peste modernista está en el Sacrificio de la Cruz, y el Sacrificio de la Cruz es aquél que se renueva en nuestras altares, en la celebración de la Santa Misa.
Nuestro Señor no venció a Satanás mediante la Cena Pascual, ni mediante una reunión fraterna con sus Apóstoles, ni con sus discípulos, ni con sus amigos.
Jesús venció a Satanás en la Cruz levantada sobre el Monte calvario.
Jesús venció a Satanás con la Santa Misa, que es el Sacrificio de su Cuerpo entregado y de su Sangre derramada para el perdón de los pecados.
La Santa Misa Tradicional expresa de una manera mucho más evidente y clara el carácter sacrificial de la Misa. Por eso los Modernistas la odian, la aborrecen, no quieren ni oír mentarla.
La Santa Misa Tradicional, que antes que nada es el culto ofrecido a Dios e instituido por el mismo Dios, tiene al mismo tiempo un valor pedagógico para las almas como ninguna otra cosa.En ella se contiene y se refleja la plenitud de la verdad católica, todos los dogmas de la fe y todas las virtudes ejercitadas por el Dios hecho Hombre, por la Bienaventurada Virgen María, por San José y por todos los Santos. Todas aquellas virtudes, tanto las infusas, como las virtudes morales que el cristiano ha de ejercitar para ser Uno con Cristo y con su Cuerpo Místico.
El Señor, que no abandona a su Iglesia, y la Virgen Santísima que es Madre de todos los Redimidos han suscitado en la catolicidad un renacer de la Santa Misa Tradicional. Y lo han hecho contra la labor en contra de muchos Cardenales, Obispos y Sacerdotes.
Ellos han regalado a su Iglesia nuevamente el Rito Romano de la Santa Misa Tradicional.
¡Es la hora de los seglares! ¡Es la hora del Pueblo fiel!
Es el Pueblo de Dios el que ha de hacer frente a esta herejía del Modernismo, "obligando" y "forzando" a sus Pastores a que les den lo que en derecho Dios les ha dado: El Rito Tradicional de la Santa Misa.
Porque en él y a través de él, además de la plenitud de las gracias divinas, van a encontrar la inspiración, la fuerza y las enseñanzas que necesitan para vivir en plenitud su fe católica en medio de esta horrible tempestad que ya se prolonga en demasía.
Vale la pena desplazarse las familias allí donde se celebra la Santa Misa Tradicional. No hay ni habrá tiempo, dinero, ni sacrificio mejor empleados que este. Por ahí vendrá la renovación de la Iglesia, la sanación de las almas, la fortaleza para luchar contra los enemigos de la fe y de la salvación.
La Santa Misa Tradicional es el primero, el principal y el más fuerte de los diques para detener y para llegar a derrotar el Modernismo que infecta la Iglesia.

Ante una Jerarquía que mira con malos ojos a la Santa Misa Tradicional y que en infinidad de casos intenta intimidar y acobardar a los sacerdotes dispuestos a celebrar el Rito Tradicional, los seglares han de ser los abanderados en animar, sostener, defender y apoyar a estos sacerdotes ante la Autoridad.
P. Manuel María de Jesús F.F.

MYSTERIUM FIDEI


quinta-feira, 21 de abril de 2016

«Non lasciamoci impressionare da certi membri del clero... che, per ragioni pastorali, pretendono di cambiare l’insegnamento di Gesù e la dottrina plurisecolare dei sacramenti della Chiesa».



«Non lasciamoci impressionare da certi membri del clero...


... che, per ragioni pastorali, pretendono di cambiare l’insegnamento di Gesù e la dottrina plurisecolare dei sacramenti della Chiesa».

Questa significativa esortazione si trova nell’omelia che il Card. Robert Sarah, Prefetto della Congregazione per il Culto Divino e la Disciplina dei Sacramenti, ha tenuto lo scorso 10 aprile, ad Argenteuil, in Francia, dove si era recato in occasione dell’ostensione della Sacra Tunica. Ne proponiamo il testo integrale in italiano, elaborato in base alla traduzione proposta dal sito Inter Multiciples Una Vox.



Cari fratelli e sorelle,

il vostro vescovo, Mons. Lalanne, ha voluto che la Sacra Tunica di Cristo fosse esposta in occasione dell’Anno Giubilare della Misericordia, decretato dal Santo Padre Francesco, ed anche per il cinquantesimo anniversario della vostra diocesi, quella di Pontoise, e per il centocinquantesimo anniversario di questa Basilica. Come sapete, nel racconto della Passione del Signore, San Giovanni attira la nostra attenzione sulla Tunica di Gesù (19, 23-24). Egli afferma che le Sacre Scritture, e cioè le parole del Salmo 22 (18) che egli stesso cita: «Si son divise tra loro le mie vesti e sulla mia tunica hanno gettato la sorte», si sono compiute il Venerdì Santo sul Calvario. I soldati romani presero le vesti di Gesù; ne fecero quattro parti, una per ciascun soldato. Presero anche la Tunica; era una Tunica senza cuciture, tessuta tutta d’un pezzo da cima a fondo. Perciò dissero tra loro: «non stracciamola, ma tiriamo a sorte a chi tocca». L’episodio della divisione tra i soldati romani delle vesti e della Tunica senza cuciture è stato considerato dai Padri – in particolare, Sant’Agostino e San Giovanni Crisostomo – come un’espressione dell’unità della Chiesa. Per Sant’Agostino, le vesti, di cui i soldati fecero quattro parti, figurano l’universalità della Chiesa che si estende ai quattro angoli del mondo e che si trova ugualmente presente in ciascuna delle sue parti. Così, come dice la costituzione dogmatica del concilio Vaticano II, Lumen Gentium «le Chiese particolari» - e la diocesi di Pontoise è una di esse - «sono formate ad immagine della Chiesa universale, ed è in esse e a partire da esse che esiste la Chiesa cattolica una e unica» (n. 23). Ma la Chiesa è cattolica fin dal primo istante della sua esistenza: essa abbraccia tutte le lingue. Come si può vedere, la Chiesa universale precede le Chiese particolari, l’unità precede le parti. La Chiesa universale non è una fusione di secondo grado delle Chiese locali. È la Chiesa universale, cattolica, che genera le Chiese particolari, e queste Chiese possono rimanere tali solo in comunione con la cattolicità. D’altronde, la cattolicità esige la molteplicità delle lingue, la messa in comunione e l’armonia delle ricchezze dell’umanità nell’amore del Crocifisso. La cattolicità, dunque, non è solo qualcosa di esteriore, ma deve diventare una delle caratteristiche della fede personale: noi dobbiamo credere con la Chiesa di tutti i tempi, di tutti i continenti, di tutte le culture, di tutte le lingue. È per questo che la Tunica senza cuciture tirata a sorte, aggiunge Sant’Agostino, raffigura l’unità di tutte le parti della Chiesa, e cioè delle Chiese particolari unite tra loro dal legame della carità.



Chiedo scusa, ma proprio non capisco


Proponiamo ai nostri Lettori questo interessante intervento di Rino Cammilleri, apparso, come lettera al Direttore, su La nuova bussola quotidiana. Dà nuovamente voce alla "periferia degli sconcertati" alla quale abbiamo prestato anche noi attenzione; anzi, della quale vorremmo, in qualche modo e nei limiti delle nostre piccole forze, farci interpreti. Anche il pezzo di Cammilleri implica - ci sembra - un appello ai "buoni" («Ora, è vero che il Papa è lui e chi sono io per giudicare, ma poiché non ci capisco più niente non so a chi altro chiedere»), e dimostra, così, qual sia la principale urgenza pastorale con cui la Chiesa dovrebbe confrontarsi: la fame di saldezza magisteriale. Un numero crescente di profughi della fede, totalmente radicati nella Chiesa - Una, Santa, Cattolica e Apostolica - e incrollabilmente intenzionati a non lasciarla mai, cercano l'aereo su cui qualcuno voglia amorevolmente imbarcarli, rendendo sempre più evidente che, oggi, carità e misericordia significano soprattutto parresia.



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Caro direttore,

tutti mi sono testimoni che finora, su questo Papa, sono stato zitto. Molte erano le cose che, onestamente, non mi quadravano nel suo agire, ma mi sono sempre detto: il Papa è lui, e chi sono io per giudicare? Ma sabato al telegiornale ho visto la scena straziante di un cattolico pachistano in lacrime, col cuore spezzato e la schiena pure a furia di stare genuflesso ai piedi del papa: un poveraccio che non sapeva se ridere per la gioia inaspettata o piangere per la disperazione. Ripeto: un cattolico, e pachistano. 

Ed è inutile qui ribadire quel che sanno tutti sulla situazione del posto da cui scappa. Poi lo stesso tiggì mi comunica che il Papa, sul suo aereo, s’è imbarcato tre famiglie musulmane, in nome e per conto della solita Sant’Egidio. Musulmane. A chi gli ha fatto notare l’incongruenza (e non ci voleva certo un kattolico come me per accorgersene) ha risposto che: a) è stato lo Spirito Santo a ispirarlo, b) quei dodici musulmani avevano le carte in regola. Gli unici, a quanto pare, su decine di migliaia di «profughi». Uno dei quali, lungamente intervistato dallo stesso tiggì, era un nero della Sierra Leone. Profugo pure lui? E da quale guerra scappava, da quella all’Ebola? 

Desolazione nelle Famiglie e nelle Comunità "profughi della fede" a causa di un crescente diffondersi di dottrine erronee e di apostasia...


Requiem per la chiesa del "sociale": vocazioni sacerdotali in netto calo ovunque. Correre subito ai ripari!

Non è certo possibile delineare in poche righe il quadro dei primissimi risultati della “svolta sociale” imposta da tre anni alla Santa Chiesa Cattolica: deserto nelle chiese "ospedali da campo
- sempre più vuote di Sacerdoti, Religiosi e Fedeli,
- sempre più spesso private della Presenza Eucaristica, 
- sempre più spesso ridotte a edifici inutilioggetto del “ripensare gli spazi” in attesa di “cambio d’uso” o della "soluzione finale", la distruzione, come avviene soprattutto nel Nord Europa.
Rovina nelle coscienze dei singoli "periferie esistenziali", religiosi e laici. 
Chi ha la cura delle anime, ha  modo di constatare come è sempre più trascurato il Sacramento della Penitenza, provvidenziale e necessaria via di salvezza e sorgente di forza per affrontare quel diuturno combattimento che non è solo « colluctatio adversus carnem et sanguinem, sed adversus principes et potestates, adversus mundi rectores tenebrarum harum ».
Desolazione nelle Famiglie e nelle Comunità "profughi della fede" a causa di un crescente diffondersi di dottrine erronee e di apostasia... 
Sono queste alcune tristissime realtà sulle quali siamo tutti chiamati a meditare seriamente dopo la pubblicazione dei dati raccolti nell’Annuarium Statisticum, che raccoglie le statistiche ufficiali della 

quarta-feira, 20 de abril de 2016

Pio XII : "Os teólogos e filósofos católicos, que têm o grave encargo de defender e imprimir nas almas dos homens as verdades divinas e humanas.

Pio XII :
"Os teólogos e filósofos católicos, que têm o grave encargo de defender e imprimir nas almas dos homens as verdades divinas e humanas, não devem ignorar nem desatender essas opiniões que, mais ou menos, se apartam do reto caminho. Pelo contrário, é necessário que as conheçam bem; pois não se podem curar as enfermidades antes de serem bem conhecidas; ademais, nas mesmas falsas afirmações se oculta por vezes um pouco de verdade; e, por fim, essas opiniões falsas incitam a mente a investigar e ponderar com maior diligência algumas verdades filosóficas ou teológicas." (Pio XII, Humani Generis, 9)

Mas há aqueles que renegam a fé em defesa de inovações, não se importam com a Sagrada Tradição, tampouco com as definições. Estes, sim, merecem repreensão, são os chamados progressistas ou neomodernistas. Isso é bem contrário ao Concílio Vaticano II (a partir de agora CVII) como pude provar no artigo citado. O Papa João XXIII fez bem as distinções quando falava das intenções do Concílio:

“O nosso dever não é somente guardar este tesouro precioso, como se nos preocupássemos unicamente pela antiguidade, mas dedicar-nos com diligente vontade e sem temor a esta obra, que a nossa época exige... É necessário que esta doutrina certa e imutável, que deve ser fielmente respeitada, seja aprofundada e apresentada de modo que corresponda às exigências do nosso tempo. De facto, uma coisa é o depósito da fé, isto é, as verdades contidas na nossa veneranda doutrina, e outra coisa é o modo com o qual elas são enunciadas, conservando nelas, porém, o mesmo sentido e o mesmo resultado" (S. Oec. Conc. Vat. II Constitutiones Decreta Declarationes, 1974, pp. 863-865).

Ora, qual conhecedor da doutrina católica poderia negar uma só vírgula do dito?

O mesmo foi explanado pelo grande São Vicente de Lérins:

“Talvez alguém diga: então nenhum progresso da religião é possível na Igreja de Cristo? Certamente que deve haver progresso, e grandíssimo! Quem poderá sertão hostil aos homens e tão contrário a Deus que tentaria impedi-lo? Mas a condição de que se trate verdadeiramente de progresso pela fé, não de modificação. É característica do progresso de todas as maneiras possíveis à inteligência, o conhecimento, a sabedoria, tanto da coletividade como do indivíduo, de toda a Igreja, segundo as idades e os séculos; com tal de que isso suceda exatamente segundo sua natureza peculiar, no mesmo dogma, no mesmo sentido, segundo uma mesma interpretação.” (Communitorium, 23)

Por exemplo, tais “inovações” quanto aos ritos (uma das intenções reformáveis do CV II) foram deixadas claras pelo Concílio de Trento quando diz que a Igreja tem sempre o poder de “determinar e mudar aquelas coisas que julgar conveniente à utilidade dos que os recebem ou à veneração dos mesmos sacramentos, segundo a variedade das coisas, tempos e lugares” (Concílio de Trento, sessão XXI, cap. 2, ver também Papa Pio XII na Encíclica Mediator Dei, n. 44 e 45.).



O Progressismo



O progressismo como corrente teológica traz muito dos pressupostos do modernismo, mas não se vê necessariamente vinculado a ele, nem é tão rebuscado quanto ele. Ele mescla vários tipos de posições, daí ser tão diversificado, existindo entre eles marxistas e liberais, uns que odeiam a Igreja e outros que dizem amá-la. O que os une é progresso, a mutabilidade da doutrina. Antes do Concílio do Vaticano II o modernismo estava como um cadáver, assim como hoje falece a teologia da libertação.

As condenações do Papa Pio X travaram o avanço modernista. Os papas posteriores puderam respirar melhor depois disso. O Papa Pio XII pôde incentivar a pesquisa teológica, fazer grandes mudanças litúrgicas, coisas que não seriam cogitadas nos tempos do Papa Pio X, pois os modernistas poderiam entender certa aprovação. Poder-se-ia imaginar o Papa Pio XI dizendo que “o homem religioso possui um direito inalienável de professar sua fé e exercê-la segundo os ditames. Os pais, conscientes e conhecedores de sua missão educadora, têm antes que mais nada, direito essencial à educação dos filhos, que Deus os deu, segundo o espírito da sua fé, e de acordo com suas prescrições. Leis que impedem ou dificultam a profissão e prática dessa fé se acham em contradição com o direito natural” (Mit Brennender Sorge, AAS 29, 1937, p. 160)?

Mais, quem esperaria Pio XI falar em “liberdade das consciências” sem fazer com isso alguma distinção? Ainda, quem diria que Pio XI em relação à condenação da laicidade por Pio IX deixaria implícito que existe uma laicidade válida (Maximam gravissimamque, A.A.S. 16, 1924, p. 10)? E depois, diria o Papa Pio XII que existe não só uma laicidade legítima e sadia, mas que isto é doutrina católica (Discurso, 23 de Março de 1958)? É claro que poderiam ter efeitos ruins esses discursos no tempo em que o modernismo estava no seu auge.

Acontece, que depois do Concílio Vaticano II os modernistas reviveram com novos aspectos monstruosos. Não que antes não se manifestasse de várias formas. O próprio Papa Paulo VI falava no tempo do CVII que o modernismo “ainda se manifesta em várias tentativas de expressão heterogêneas à realidade autêntica do catolicismo”. (Ecclesiam Suam, 10) Mas ao que tudo indica depois do CVII, com as várias interpretações errôneas dadas aos seus textos, à influência modernista pôde voltar com muito mais vigor, e assim deixar mais escancarado seu fruto que é o progressismo. Em 1970 Joseph Ratzinger, atual Papa, disse:

“Não é que a crise modernista tivesse vindo plenamente à luz: aconteceu que foi interrompida pelas medidas tomadas por Pio X e pela mudança de situação após a primeira Guerra Mundial. A Crise atual é apenas uma continuação, adiada no tempo, daquilo que já tinha começado antes.”
(Glaube und Zukunft, Kosel Verlag, 1970, trad. Cast. Fe y futuro, Sígueme, Salamanca, 1972, págs. 69 e 77.)
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